LOS ECOS DE UNA PANDEMIA.
Obvio, que una adversidad
Del nivel de esta pandemia,
Que al mundo azota y apremia
Lleva a la ciencia en verdad
A darle su prioridad.
Y, ojalá surja una cura,
A fin de nuevo sentir
La alegría de vivir.
Ya lejos de esta tortura
Que solo causa amargura.
Revés que solo ha causado:
Muertes, dolores, tensión,
Pobreza, hambre y recesión,
Entre otros males cruzados
Dado el receso obligado.
Pues hoy, ya nada es igual
Al período anterior;
Carente del gran temor
A dicha plaga mortal.
Razón de mi encierro actual.
Cruel virus, que ya instalado,
Desfiguró al mundo entero
Y habría que ser de hierro
Para no verse afectado,
En mayor o menor grado.
He ahí, que frente a este aprieto
E incertidumbre en que estamos,
Junto a los seres que amamos,
Hay que guardar con respeto
Los consejos por decreto.
Cruz, que ante una defunción,
El dolor es transversal
A los deudos por igual.
En cambio, ya en recesión,
Entra a variar la aflicción.
Pues siempre, quien vive al día,
Sufre mayores carencias,
Debido a sus insolvencias.
Fruto de su cesantía
Y una mayor carestía.
Surgiendo lo que hoy se llama:
La crisis humanitaria.
De igual gravedad palmaria.
Pues duele ver al que clama,
Hasta un mendrugo pa'l que ama.
Y, lo malo es que se ignora,
El fin de tantos contagios
Ni menos se ven presagios
Del fin de la aplanadora
Pa' tanta gente deudora.
E igual, de salir airosos,
Ya me veo compartiendo
Nuestro pan y vino riendo.
Con mis cofrades ya añosos,
E igualmente laboriosos,
Y, donde ya en la quietud
Del cenar, se oiga el discurso,
De quién debió darle curso
Hasta exclamar un ¡¡¡Salud!!!
Que despierta gratitud.
El Talquino. (Luis Vásquez Valenzuela, Recoletano).